Mi nombre es Verónica, así me conoce la mayoría de la gente y en mi plano espiritual recibo el nombre de Durga, una Diosa Hindú que porta la unión de las cualidades de Laskmi y Kali.

Siempre he buscado alimentar mi parte espiritual, entendiendo que al igual que nuestro cuerpo físico, es necesario cultivar y cuidar el alma. Ahora lo hago desde el yoga. Sin embargo, en otros momentos de mi vida, no actuaba bajo estas premisas, eran otras filosofías, creencias y experiencias personales las que cubrían este espacio. Hoy soy consciente de que todos los caminos que fomentan el amor y aportan herramientas para conectar con lo más elevado, son respetables y tienen mi admiración. Pero es el yoga, hoy en día, el que más me llena.
Desde hace unos cinco años soy yoguini, practicante de yoga. Siempre he sabido que “los caminos de Dios son infinitos” y esa frase se me hizo muy presente cuando un día me vi como instructora de yoga. Aunque yo lo practicaba puntualmente, ¡nunca lo habría imaginado!

Inicialmente mi trabajo estaba volcado en el masaje y las terapias complementarias. Con el tiempo, poco a poco, el yoga comenzó a formar parte no solo de mi vida personal, sino también del ámbito laboral.
Algo que empezó como un servicio para ofrecer a los demás, ha terminado siendo una de las cosas que más llenan mi vida, impulsando lo que hoy es NAMASTÉ.